Un graffiti en Kabul – Nos adentramos en la pujante cultura moderna de Afganistán de la mano del diseñador gráfico afgano Azim Fakhri quien teme por el futuro de su comunidad artística.
El avance de los talibanes tras la retirada de las tropas estadounidenses mantiene al planeta en vilo desde hace unas semanas. La toma de Kabul y las imágenes de los civiles tratando de huir del país revelan la crudeza de la realidad afgana. Entre las cuestiones que más preocupan a la comunidad internacional destaca el retroceso en los derechos de las mujeres y el cuidado de la infancia. El arte se plantea como alternativa política frente al fracaso de los últimos 20 años del ejército estadounidense. Como protesta, el entorno artístico de Afghanistan pelea desde hace décadas por visibilizar las limitaciones dentro de sus fronteras. Multitud de artistas manifiestan su descontento mediante la reproducción de graffitis y murales. El arte urbano facilita la transmisión del mensaje para aquellos que no pueden permitirse la entrada a un museo y evita la censura.
El colectivo ArtsLords -juego de palabras de ‘art’ y ‘warlord’ o señor de la guerra- comenzó en 2014 a recurrir a las paredes de la ciudad de Kabul para promover mensajes de paz. El co-fundador y presidente de la asociación, Omaid H. Sharifi (Kabul, 1986), desató la polémica en las autoridades afganas tras el mural ‘I See You’, hablando sobre los altos índices de corrupción en el país. Aunque el Patrimonio Cultural había sido víctima de los ataques durante la presencia islamista entre 1996 y 2001 -lo que preocupa que pueda volver a repetirse- fue el despliegue de esperanza americano el que fomentó la trayectoria de ArtLords y otros colectivos artísticos.
Parecía que iniciaba un período transitorio hacia el progreso y la estabilidad política. 20 años después y con miles de vidas de civiles perdidas, el regreso talibán amenaza de nuevo y de forma transversal cada rincón de las estructuras sociales afganas. Omaid H. Sharifi publicaba en su cuenta de Twitter la pintada de un muro en Kabul el 15 de agosto. Acompañó el video con el siguiente texto: “Buenos días Kabul, estamos pintando un mural y la situación me recuerda a la escena de Titanic donde los músicos tocan mientras se hunde el barco. Espero que disfrutéis viendo nuestro mundo de miserias”.
Mujeres en el punto de mira
A pesar de las declaraciones del portavoz talibán – Zabihullah Mujahid – de permitir la presencia de las mujeres en las aulas y espacios comunes en el ‘marco del islam’, algunas imágenes femeninas de las calles de Kabul han sido cubiertas con pintura y decenas de valientes han salido a manifestarse a las calles. La protesta activa no es un fenómeno novedoso. Muchas mujeres han reivindicado su desfavorable posición social con sprays de pintura.
La primera mujer graffitera en Afganistán fue Shamsia Hassani (1988, Irán) -hija de migrantes de la guerra-, quien recurre a una figura femenina para protagonizar sus creaciones. ¿Es ella misma? El juego de las simbologías de paz y guerra permite profundizar en el mensaje: establece conexiones entre el ámbito bélico y la defensa de los derechos civiles y criminaliza la cárcel sin paredes en la que se encuentran inmersos los ciudadanos afganos.
Malina Sulivan (1990, Kandahar), por su parte, se enfoca a poner en entredicho la funcionalidad del burka y reivindica de forma explícita la sumersión de la mujer en sociedad. Las presiones talibanas han determinado su trayectoria artística: en 2012 capturaron a su padre y le rompieron una pierna para amenazarla. Sulivan ha continuado pintando desde entonces: considera que los derechos no deben ser concebidos como un regalo, sino como un deber. Las siguen multitud de nombres: Lida Abdul, Kubra Khademi, Rada Akbar. Esta última se pregunta si a alguien le importa el futuro de los niños afganos y nadie se ha atrevido a responder con certeza.
Fakhri; el caballero de Kabul
Otra de las figuras que confía en el arte como motor de cambio es Azim Fakhri. Su historia es el reflejo de la infancia robada. “La Guerra Civil quebró a nuestro país”, confiesa Fahkri a este medio. El joven hubo de emigrar con su familia a un campo de concentración en la frontera de Pakistán. “Recuerdo a la perfección esa situación y por ello simpatizo tanto con la infancia en mi arte”. Meses después consiguieron instalarse en Irán en calidad de refugiados sin papeles. Esta situación provocó la expulsión de Azim Fakhri de la escuela por lo que empezó a trabajar con 9 años. “A mí me robaron la infancia. La obra ‘Nation of war’ es un reflejo de lo que he vivido”. Con sus precoces ahorros alcanzó a pagar unas clases de inglés y de informática. Dichos factores jugaron a su favor tras su regreso a Afganistán cuando se puso fin al régimen talibán en el 2001.
“Tuvimos que empezar de cero. Trabajar, estudiar y construir una casa porque la nuestra había sido derruida”, explica Fakhri. El joven empezó a trabajar en informática y a interesarse por el mundo de las artes. La figura de Bansky le cambiaría la vida: “Cuando vi ‘Niña con globo’ pensé que yo podría hacer algo parecido en mi país”. El artista reunió más de cien piezas de diseño gráfico con críticos mensajes a la gestión política del país y reivindicando los derechos de la mujer, el cuidado de la infancia y la libertad de expresión en su primera exposición. “Fue el 8 de Marzo de 2012 en Kabul, el Día de la Mujer. Ahí empecé a firmar como ‘Kabul Knights’ porque no quería recurrir a mi nombre de pila”, explica.
El anhelo de la infancia destruida le impulsó a trabajar con niños de la calle. Kabul Knights le entregó una cámara a cada niño para que tomasen fotografías de su realidad. “Son niños muy sensibles y hay que tener cuidado, pero era importante que viéramos el mundo a través de sus ojos”, defiende el afgano. El artista trató de registrar legalmente el nombre del proyecto – ‘Street Angels’– para “solicitar ayudas de organizaciones sin ánimo de lucro preocupadas por la infancia, pero fui expulsado de la oficina”.
El uso de un pseudónimo no le ha eximido de amenazas. Fakhri ahora reside con su mujer y sus dos hijos en Alemania por cuestiones de seguridad. En 2012, el artista se encontraba a las afueras de un instituto para hacer un graffiti hasta que le detuvo la policía. Le pegaron durante varios minutos hasta que, tiempo después, permitieron que unos conocidos fuesen a buscarle. Los diseños de Fakhri son críticos tanto con Estados Unidos como con los talibanes. Estos últimos provocaron la amenaza definitiva que provocó su huida a Europa.
Me rompieron la mano y me dejaron con heridas en la cabeza. Un grupo de gente me llevó al hospital donde permanecí dos meses ingresado
“Iba viajando en la carretera y los talibanes estaban cortando el tráfico. Olvidé dejar mi tarjeta de identificación en casa y me capturaron. Me rompieron la mano y me dejaron con heridas en la cabeza. Un grupo de gente me llevó al hospital donde permanecí dos meses ingresado. Cuando me recuperé, me alié con un americano para llevar a cabo una acción artística contra los talibanes. Lanzamos más de 2.000 globos rosas por la ciudad de Kabul con mensajes de paz y protesta en su interior. Los talibanes nos amenazaron públicamente; mi cara estaba en la televisión a menudo e incluso en medios como Al Jazeera. Descubrieron donde trabajaba y, por suerte, ese día no estaba en la oficina. Mis compañeros dijeron que no trabajaba allí y el guardia de seguridad me llamó para decirme que no les había dado la dirección de mi domicilio pero que iban a por mí. Permanecí escondido en casa durante un mes y cuando la situación lo permitió, me vine con mi familia a Alemania”.
Cuando los talibanes oficialicen sus leyes, no habrá espacio para el arte
“En Afganistán es complicado hacer arte porque no sabes quién es el bueno y quien es el malo”. Durante los 20 años de ocupación estadounidense, las expresiones artísticas se han visto amenazadas por no saber distinguir apariencias. “A veces te cruzas con un hombre con corbata, bien peinado y olor a perfume caro y es un talibán que quiere engañarte”, confiesa el artista. Pero si durante este tiempo ha sido complicado expresarse mediante el arte, ¿qué ocurrirá ahora? “Intento ser fuerte. No puedes esperar nada positivo de los talibanes. Las declaraciones del portavoz eran falsas: quieren parecer estrellas de cine, igual que con los videos en el gimnasio. Apuesto que entraremos en una guerra civil en meses. Otra vez, el país de la guerra. El arte es el arma más poderosa que existe porque no tiene balas dentro”. El futuro no parece esperanzador: “Cuando los talibanes hagan oficiales sus estatutos, no habrá espacio para el arte. Tampoco para las mujeres. Yo haré todo lo posible por hablar por mi gente pero desde allí será muy difícil. Los talibanes son los mismos que hace veinte años pero con ropa distinta”.